Sus principales funciones implican:

• Preparar el material necesario para cada estudio, como tubos, etiquetas y otros elementos del laboratorio, según el tipo de análisis que se necesite hacer.
• Realizar extracciones de sangre, tanto con jeringa como con pequeñas punciones en el dedo (capilares), asegurando que el procedimiento sea seguro, higiénico y lo menos invasivo posible para el paciente.
• Brindar indicaciones previas a los pacientes, explicando con claridad qué cuidados deben tener antes de cada estudio (por ejemplo, si deben estar en ayunas o evitar ciertos medicamentos).
• Procesar las muestras de sangre en el laboratorio. Esto incluye tareas como mezclar con reactivos, colocar en equipos automáticos o preparar extendidos para observar al microscopio.
• Observar y analizar células de la sangre con ayuda del microscopio, para detectar posibles alteraciones que ayuden a los médicos a diagnosticar enfermedades como anemias, leucemias o infecciones.
• Preparar muestras de médula ósea, aplicando colorantes especiales que permiten su posterior análisis para el diagnóstico de enfermedades de la sangre.
• Registrar los resultados obtenidos y colaborar con los profesionales del laboratorio en la elaboración de informes, luego utilizados por los médicos para orientar el tratamiento.